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Mensaje por Edvardt K. Tranströmer Sáb Feb 15, 2014 4:14 am


Excuse my manners
Enero 10 ▬ 15 pm ▬ Erlander

Somos aquello que resta ulterior al condicionamiento impuesto por nuestros progenitores.Ley elemental de la Sociología.


Aquella era la arista que detestare más en su trabajo; el tener que verse cercado por montañas de expedientes, informes, dossiers y documentos varios, que sin mucho esfuerzo tendrían la facilidad de asfixiarle de derrumbarse repentinamente. Ser Jefe de Departamento podía ser puñeteramente aburrido, a límites de suicidio. He ahí que gastara todas las horas de la mañana de ese día, instruyendo a un becado en cómo imitar su firma, de tal forma que este le reemplazare en precisamente aquella tarea, no obstante –y para descontento del Tranströmer– poco antes de dar como concluida la clase, y graduar al pupilo, el crío se hubo arrepentido en un arrebato de honestidad. ¡Oh! ¡Cuán molestas eran las personas honradas! Por lo que Edvardt se había visto condicionado a dejarse aprisionar por el papeleo; era evidente que prefería estar en cualquier otro sitio. Y para colmo el hidromiel se había acabado, o eso era lo que su asistente hubo jurado, cuando el empleador la instara con toda la amabilidad de la que es posible, a volver a llenar el vaso.

Ahí, sentado en su escritorio de ébano, no dejaba de maldecir internamente a ese Halvard Sclüsselfeldt,  y su innecesariamente bíblico informe sobre la última misión asignada al desmemorizador. Cuando rompiera la última de sus cadenas, en el momento en que las tres pilas estuvieran firmadas y selladas con el emblema del Departamento, se puso de pie inmediatamente, diciéndose a sí mismo no soportar el pesado cobijo de las paredes grises del despacho por otro segundo. Atravesó el umbral –de la misma madera que los muebles de su estancia privada–, y se dispuso a bucear en los callejones y pasillos de la oficina bajo su mando; los becados, casi como si hubieren encantado el nivel con un encantamiento anti-personas-no-deseadas, se ocultaron al diferenciar la silueta del jefe, temerosos a recibir alguna de sus singulares órdenes.  Él, por su parte, al girar alrededor de uno de esos cubículos, cayó en la presencia de una menuda joven, quien, según él, parecía estar perdida. —Los nuevos becados deben de presentarse ante mi asistente. — No la reconoció, ya fuere porque no le adjudicó demasiada atención al pasar junto a ella, o porque no le importaba el hacerlo.
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Mensaje por Karin L. Erlander Sáb Feb 15, 2014 7:38 am

Las tres de la tarde. Hacía una hora que había finalizado mi última clase en Wikström y estaba dispuesta a coger el tren para pasar por mi apartamento y revisar que todo estuviese bien, no obstante había tenido que modificar mis planes debido a y por culpa de mi padre. Cogí el Silverpilen, me presenté en Estocolmo, aparecí por la mansión Erlander para recoger ciertos papeles que Martin necesitaba y acto seguido llegué al Consulado vía Flu. Aquello estaba abarrotado de gente y me ponía de los nervios ver a la apretada marabunta de gente empujando, pugnando por avanzar y abrirse paso a la fuerza; un codazo en las costillas de parte de un hombre muy huesudo, unas miradas de reproche y un pisotón más tarde mi paciencia llegó al maldito límite.

-¿Se puede saber qué demonios, en el nombre de Odín, está pasando aquí? Maldita sea -Gruñí furiosamente y luego arqueé una ceja, ya que al inclinarme sobre el hombro de una señora para ver el foco de tanta atención vi que al parecer alguien estaba dando un discurso o vete a saber qué. Tuve que suspirar profundo, armarme de paciencia y luego hacerme camino entre toda aquella gente enfebrecida e inútil. Cogí un elevador y por suerte no tardé mucho en alcanzar el Departamento de Desmemorización. Una mirada rápida me sirvió para saber que ahora sí que estaba perdida; un pasillo largo con varias bifurcaciones, largas filas de pequeños cubículos a cada lado y un montón de gente metida en sus asuntos. "Mierda, ¿y ahora qué?" Tenía una cara de desorientada que no me la quitaba nadie. O sí, tal vez. Las comisuras de mis labios se estiraron en lo que pudo haber sido una sonrisa fugaz al recordar que Lana estaba por allí de becaria, solo tenía que encontrarla y... uh, segundo problema, ¿cómo la iba a encontrar?

"Karin, ¿tú eres tonta o adivinas con heces de conejo?" Me reprendí a mí misma, deteniéndome de golpe. Saqué la varita de la funda atada al brazo y me preparé para realizar un hechizo brújula -si funcionaba me iba a echar unas risas bestiales- cuando una voz me interrumpió antes de empezar. Mis cejas subieron y bajaron en un gesto bastante cómico y giré la cabeza para clavar mis brillantes ojos azules en mi nuevo interlocutor.

Claramente el jefe de aquel departamento no me había reconocido, pero yo a él sí. -Buenas tardes, señor Tranströmer. -Saludé sin ocultar cierta diversión- Lo cierto es que no soy una de las nuevas becarias, mi padre se olvidó algo en casa y he tenido que venir a traérselo. Aunque desconozco dónde se encuentra -La curvatura de mis labios que expresaba algo entre diversión y picardía no se desvaneció. Era consciente de que lo que acababa de soltar podía poner en un pequeño aprieto a Martin Erlander si aquellos papeles debían haber sido entregados ya, pero a mí me traía sin cuidado. Culpa suya, no mía. Bastantes veces me las había jugado ya él como para que me preocupase mínimamente por su bienestar de cualquier tipo. Cambié de posición el brazo bajo el que sostenía la delgada carpeta e hice una mueca.
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Mensaje por Edvardt K. Tranströmer Sáb Feb 15, 2014 11:28 pm


Excuse my manners
Enero 10 ▬ 15 pm ▬ Erlander
Había transcurrido algo así como seis meses, desde que el de sangre noble hubiere aceptado sin inventar excusas o evasivas, la invitación a una velada en la mansión de su desmemorizador de mayor antigüedad; un hombre quien se había hecho a la idea de ser la mano derecha del Tranströmer, asegurando el haber alimentado lazos que no se hallaban ahí desde hacía demasiado tiempo. Claro está que aquello no era de la arista en que se pensaba, el una vez Eldesson carecía de las facultades sociales requeridas para enriquecer lazos de algún tipo, por lo que cualquier gesto ligeramente menos arisco de su parte, tenía como intención un maquinado bosquejo, aun cuando él hiciera ver que todo lo que le tuviere como artífice, naciera del más profundo de los impulsos volátiles. Edvardt, por su parte, mantenía cerca a ese a quien él describía como enano, debido a que la situación le divertía.

Así que, cuando la joven de cabello broncíneo pronunciara la palabra «padre» hubo ocurrido dos cosas; la primera de ellas –y la única que alguien podría haber diferenciado– fue que su ceño se frunció espontáneamente, de tal suerte que cada músculo de su rostro se vio tensado sin razón aparente, aquel reaccionar se hallaba estrechamente enraizado en su infancia, condicionado a que su estómago diera un vuelco, cada que alguien mencionara a cualquiera de sus progenitores. La segunda; hubo reconocido la identidad de la alumna, trayendo a su mente el recuerdo de la velada de aquel frío verano sueco, entonces su rostro volvió a suavizarse, no porque la reminiscencia trajera consigo  impresiones placenteras, sino porque guardaba un sutil halo de cordialidad para con la niña. —La hija del desmemorizador con complejo napoleónico, ¿cierto? —La joven podría haber contestado mentiras, y él aun así habría afirmado lo mismo, terco.

Únicamente a posteriori se hubo dignado a escrudiñar a la Erlander con más cuidado; bajó la mirada cayendo en la presencia de una varita en su diestra, y un dossier de documentos en la otra. El papeleo le seguía a todas partes. —¿Te ha enviado a por esos? Aquí quien da órdenes denigrantes soy yo. — Sentenció, mitad en broma, mitad en serio. No conservaba la más mínima intención de volver a enfrascarse en trabajo de oficina, los demás informes ya estaban sellados y firmados, bajo ninguna circunstancia retomaría aquella tarea a causa de una distracción de su funcionario, probablemente consecuencia de indicios de demencia senil. —Sin mencionar que debían de haber sido entregados ayer. Tíralos ahí, o algo.— Con un ademán que dejaba entrever una educación refinada, señaló un pequeño basurero de aluminio, ubicado a unos cuántos metros a su izquierda, pegado a la pared Este del cubículo más cercano. —Creo recordar haber enviado a tu padre en una misión. .— La cual tenía como objetivo el rastreo y localización de cierto augurey.
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