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Killing time | Lovisa
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Killing time | Lovisa
Papeles y más papeles.
No era un hombre muy dado a explotar en medio del estrés, así que decidió levantarse y olvidarse de la montaña de informes que debía poner en orden antes de que acabara su horario. Se liberó de la presión de su despacho, al abrir la puerta y escapar unos minutos para retirarse a un descanso. Esperaba que nadie le notara, una tarea bastante complicada. Esa mañana ni siquiera había podido servirse un desayuno decente, por lo cual estaba hambriento por un bocadillo, aunque la hora del almuerzo era cercana. No caminó demasiado (mantuvo ese trote elegante como él mismo, vagamente etéreo), tan solo quería despejarse lo más pronto. Cuando estaba a punto de escapar de su sección, sintió un nervioso golpeteo en su espalda y una garganta intentando llamar su atención.
Sonrió de lado y disimuló lo más que pudo el hecho de que estuvieran interrumpiéndole. Lo más próximo a lo que deseaba expresar, era una mueca de hastío; sin embargo, no era posible. —¿Sí? —Sonó hasta un poco seco, pero esperaba que se tratara de algo importante. Unos ojos asustados por hablar tan cercanamente con él impidieron que pudiera irse de inmediato. No siempre era tan práctico imponer su imagen, los novatos podían acobardarse. —Sea lo que sea, pueden dejarlo en mi oficina. —y a pesar de lo que estaba diciendo, no hizo amago alguno de irse. La otra persona asintió y explicó que tan solo eran documentos, aunque deseaba también hacer una consulta (pero podría dejarlo para más tarde). —Espérame en la oficina entonces, atenderé a mi regreso. —Se volteó y se felicitó por haberlo manejado tan perfecto como solía hacerlo. Su mano se dedicó a acariciar su barbilla, la verdad estaba contando con una casualidad. Un encuentro no premeditado, pero deseado. No se encontraba tan lejano de la sección de los jueces.
Unos suaves pasos le trajeron a la realidad. Miró en dirección del dueño. —Vaya coincidencia, justo pensaba en usted. —Una sonrisa se ensanchó en toda su cara, mas se contuvo antes de que pudiera soltar algo que no debía. —Debo asumir que estoy interrumpiendo el deber, aunque me gustaría equivocarme. —No le cerraría el camino, aunque intercambiar palabras con aquella mujer era más que fascinante.
No era un hombre muy dado a explotar en medio del estrés, así que decidió levantarse y olvidarse de la montaña de informes que debía poner en orden antes de que acabara su horario. Se liberó de la presión de su despacho, al abrir la puerta y escapar unos minutos para retirarse a un descanso. Esperaba que nadie le notara, una tarea bastante complicada. Esa mañana ni siquiera había podido servirse un desayuno decente, por lo cual estaba hambriento por un bocadillo, aunque la hora del almuerzo era cercana. No caminó demasiado (mantuvo ese trote elegante como él mismo, vagamente etéreo), tan solo quería despejarse lo más pronto. Cuando estaba a punto de escapar de su sección, sintió un nervioso golpeteo en su espalda y una garganta intentando llamar su atención.
Sonrió de lado y disimuló lo más que pudo el hecho de que estuvieran interrumpiéndole. Lo más próximo a lo que deseaba expresar, era una mueca de hastío; sin embargo, no era posible. —¿Sí? —Sonó hasta un poco seco, pero esperaba que se tratara de algo importante. Unos ojos asustados por hablar tan cercanamente con él impidieron que pudiera irse de inmediato. No siempre era tan práctico imponer su imagen, los novatos podían acobardarse. —Sea lo que sea, pueden dejarlo en mi oficina. —y a pesar de lo que estaba diciendo, no hizo amago alguno de irse. La otra persona asintió y explicó que tan solo eran documentos, aunque deseaba también hacer una consulta (pero podría dejarlo para más tarde). —Espérame en la oficina entonces, atenderé a mi regreso. —Se volteó y se felicitó por haberlo manejado tan perfecto como solía hacerlo. Su mano se dedicó a acariciar su barbilla, la verdad estaba contando con una casualidad. Un encuentro no premeditado, pero deseado. No se encontraba tan lejano de la sección de los jueces.
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